domingo, enero 04, 2004

Noche

Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?

¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan í­ntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora

de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra

y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?


Jorge Luis Borges


Decidí a última hora ser apenas un cintillo de Borges: todo su poema El Sueño para poder disfrutar a fondo lo que yo intento decir, con mi balbuceo mental.

        De noche reconocemos las miserias propias, las conjuramos al olvido, las claudicamos (o lo prometemos al menos). Afloran en la noche las reminiscencias, con su rescoldo de vagidos, sus gritos que desgarran los afanes, sus lágrimas debutantes o vitalicias. Es más desolada la soledad por la noche, otro compás tiene la madrugada en compañí­a. No hay más trajes que la luna.
        También, es cierto, existen las noches mentirosas, las noches que son días: se finge, se charla, cada uno es su imagen, su espejo. Intenta verte en un espejo sin la luz de la embustera noche y comprenderías que somos quienes pensamos, sólo eso. Es el espejo un halago o un tormento, pero siempre una mentira, que necesita al día. Es por eso, tal vez, que son las noches de artificio las que perduran en la memori­a matutina. Qué raro gusto cuando amanece, qué vací­o.
        La fruición, los sueños, llegan de noche; el llanto arraigado como el idioma, también de noche; la soledad (sabemos), de noche; el inventario de recuerdos, de noche; es de noche, cuando habla el silencio.
        No podemos explicar la noche y eso la hace eterna, inextricablemente bella. Me dijeron una vez si me había fijado que "nadie sufre insomnio de día"; asentí en aquel momento­ sin pensar, complaciente, aunque de todas formas supe calladito que se equivocaba: es el día mismo, un insomnio. No hablemos de la muerte: mayúsculas de la noche boca arriba, los sueños para siempre, el quiebre en el vitral que labra el día, el final del agobiante insomnio.
        El día, acepto, tiene lo suyo; pero que no nos engañen los economistas del palpitar, los filósofos del bronceado con su esperanza de rutina y su "mañana sale el sol", porque también, para quien sabe ver, de noche, sale la noche, sale la luna, sale la vida, con joyas de estrellas y encaje negro.

A El Sueco Ignacio Mujica Murano, la noche en hueso y carne.