Cuerpitos
Cambié el título original -"Saltando en un patín"- y nada más, aunque otros sucesos semejantes hayan agregado sin quererlo algunos otros adjetivos en este tiempo que pasó desde que me conté lo siguiente por primera vez:
        Él se calza un par de patines nuevos que seguro son, al menos, dos talles más grandes que el suyo: uno resalta como un hombre de frac entre los escombros de un accidente; el otro, como un niño pobre metiéndose en un par de patines nuevos.
        Ella enrosca en sus palmas los extremos de una soga y prepara la cuenta alegre en forma de canto: uno, salta como intentando mirar del otro lado de un muro; dos, salta al igual que un loco alejándose de su propia cordura.
        Él desliza el suelo que no se mueve, dejando detrás suyo, desolados, metros y centímetros de desconocidos temores.
        Ella corta el aire que no se desangra y que también ignora que los padres se separan pese al infantil descenso de su niñez en cada desilusión por no tocar el cielo.
        Él patina los conflictos haciéndolos ver desolados tras su cuerpito como un niño pobre delizandose en un par de patines nuevos que seguro son, al menos, dos talles más grandes que el suyo.
        Ella desafía la gravedad porque no la sabe, al igual que un loco alejándose de su propia cordura en cada desilusión por no tocar el cielo.
        Él juega a no creer.
        Ella cree que no juega.
        Él se calza un par de patines nuevos que seguro son, al menos, dos talles más grandes que el suyo: uno resalta como un hombre de frac entre los escombros de un accidente; el otro, como un niño pobre metiéndose en un par de patines nuevos.
        Ella enrosca en sus palmas los extremos de una soga y prepara la cuenta alegre en forma de canto: uno, salta como intentando mirar del otro lado de un muro; dos, salta al igual que un loco alejándose de su propia cordura.
        Él desliza el suelo que no se mueve, dejando detrás suyo, desolados, metros y centímetros de desconocidos temores.
        Ella corta el aire que no se desangra y que también ignora que los padres se separan pese al infantil descenso de su niñez en cada desilusión por no tocar el cielo.
        Él patina los conflictos haciéndolos ver desolados tras su cuerpito como un niño pobre delizandose en un par de patines nuevos que seguro son, al menos, dos talles más grandes que el suyo.
        Ella desafía la gravedad porque no la sabe, al igual que un loco alejándose de su propia cordura en cada desilusión por no tocar el cielo.
        Él juega a no creer.
        Ella cree que no juega.
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