Pequeño aporte de (mi) cotidianeidad sobre la tiranía de la fraseología católica
        Precisamente porque uno no escucha ni piensa a fondo las cosas que se van diciendo, es que es posible la comunicación; lo que algunos llaman "la diferencia". Por otro lado, con el paso del tiempo se van formando en esos usos los lugares comunes, cayendo en desuso el sentido original. En este caso, la linda frase se ha vuelto un silencioso abuso, muestra de lo arraigadas que están ciertas creencias/prácticas de los religiosos con fé en un Dios católico que logre que encontremos trabajo (un Dios de todos los tiempos, pero capitalista, claro) y que presente ángeles que impidan choques y diluvios.
        No quiero hacer un re-cuento de las mil formas de castigo que impuso el catolicismo en el transcurso de su oligopolio, primero porque sería aburrido y trivial en un blog (en este, al menos); segundo por vagancia; y tercero porque el conocimiento general que cada uno puede tener basta como telón de mi ejemplo: quién no sabe y recuerda que las "brujas" eran quemadas durante la Inquisición por su falta de fé. Y justamente con esto relaciono la cuestión que me motiva: "creer o reventar".
        Pongo en duda que esta famosa frase, que levemente, al son del aire y las palabras, no provenga de aquellas ejecuciones de los/las que no creian. Al fuego, recalentados los huesos, la sangre y los órganos explotaban"como lamparitas", para hacer gracia a otro lugar común: los cuerpos reventaban. Hoy esas tres palabritas, tan trágicamente combinadas y amparadas bajo el slogan "es una manera de decir", esconden para mí varias cosas (nefastas todas), entre ellas:
        - el subyacente deseo acompañado de la idea (conta)minadora de los pseudo creyentes de que el que no cree va a reventar, en esta Tierra (si es posible) o en la otra (pues se asegura que la hay);
        - la carga social e histórica de la frase-lugar que nombré recien;
        - y, combinadas, la muda violencia que la religión dominante (azar histórico y literario, pues en otras "feces" sin duda actúa igual este protopincipio) impone con toda su tibieza de peregrino y de ostia con niños cantores.
        El tema, entonces, es tratado en esos términos, cargados de culpa, de martirio, de miedo. Algo así como: "fijate si querés creer o no, pero mirá que yo te avisé que poray te pisa un camión o te quedas sin paraíso y vas para abajo y ahi sí que vas a reventar con el lorca que hace". Creer por las dudas, pero con la convicción del que necesita demostrar que cree a costas de que los otros no, y con la voluntad necesaria para despreciar solapadamente, desde el cielo que vendrá mientras todavía estamos aquí, esperando reventar los más tarde posible. Pero ese es otro cantar...
        No quiero hacer un re-cuento de las mil formas de castigo que impuso el catolicismo en el transcurso de su oligopolio, primero porque sería aburrido y trivial en un blog (en este, al menos); segundo por vagancia; y tercero porque el conocimiento general que cada uno puede tener basta como telón de mi ejemplo: quién no sabe y recuerda que las "brujas" eran quemadas durante la Inquisición por su falta de fé. Y justamente con esto relaciono la cuestión que me motiva: "creer o reventar".
        Pongo en duda que esta famosa frase, que levemente, al son del aire y las palabras, no provenga de aquellas ejecuciones de los/las que no creian. Al fuego, recalentados los huesos, la sangre y los órganos explotaban"como lamparitas", para hacer gracia a otro lugar común: los cuerpos reventaban. Hoy esas tres palabritas, tan trágicamente combinadas y amparadas bajo el slogan "es una manera de decir", esconden para mí varias cosas (nefastas todas), entre ellas:
        - el subyacente deseo acompañado de la idea (conta)minadora de los pseudo creyentes de que el que no cree va a reventar, en esta Tierra (si es posible) o en la otra (pues se asegura que la hay);
        - la carga social e histórica de la frase-lugar que nombré recien;
        - y, combinadas, la muda violencia que la religión dominante (azar histórico y literario, pues en otras "feces" sin duda actúa igual este protopincipio) impone con toda su tibieza de peregrino y de ostia con niños cantores.
        El tema, entonces, es tratado en esos términos, cargados de culpa, de martirio, de miedo. Algo así como: "fijate si querés creer o no, pero mirá que yo te avisé que poray te pisa un camión o te quedas sin paraíso y vas para abajo y ahi sí que vas a reventar con el lorca que hace". Creer por las dudas, pero con la convicción del que necesita demostrar que cree a costas de que los otros no, y con la voluntad necesaria para despreciar solapadamente, desde el cielo que vendrá mientras todavía estamos aquí, esperando reventar los más tarde posible. Pero ese es otro cantar...
3 Comments:
;oP.
Ehhh... te habia escrito un comentario reeeeeee largo pero se me borro!!!
1ero, gracias por tu comentario salvador en mi blog...
2º.... No culpes al chancho.. sino al que le da de comer...
La culpa no es de la religión, sino de la Institución, que no es lo mismo...
Hay gente de todo tipo (en la viña del Señor). jejeje :)
Primero, de nada: era totalmente necesario.
Segundo. Entiendo. En realidad la discusión no es sobre la predica y el predicador, ni sobre si realmente existe un chancho o no (allí radica la fe) sino sobre los cambios de las costumbres que fue tomando la religión en lo cotidiano, en la gente y las instituciones, en este caso la católica; y separarlas tajantemente vendría a ser lo mismo que creer en ella, pues no tomaría en cuenta su efectiva interpretación por los que la llevan a cabo; poner algo así como un cielo de verdades distanciado del piso de mentirosos; es decir, asumir que existe esa verdad, como verdad primera.
Ahi nace la cuestión de las sentencias livianas a las que nos (mal)acostumbramos y que son frases bíblicas acriolladas con el tiempo.
P.D. Fuá!
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