domingo, julio 24, 2005

Aplazos

        Resulta muy triste estar siempre aplazando. Descubrir así de golpe, como un despertador, que uno posterga los deseos, los placeres, las nostalgias. Cosas que fueron y que parece que volverán, siempre alejándose; mujeres que como en un sueño se acercan y no podemos tocarlas, quietas y alejándose. Decir te quiero se aplaza buscando el momento; llorar se aplaza vaya a saber uno por qué orgullo o pertenencia. Quedarse escribiendo toda la noche se deja para mañana, hablar con tu mamá o tu papá se aleja. ¡Cuántas artimañas de mí mismo tejo, infinitamente!
        Sin embargo hay muchas cosas que no aplazo, mientras postergo todas aquellas: estudiar, rendir, ir a bailar, buscar trabajo. En todas esas ocasiones y casos está el otro significado de esta palabrita, y que, ambigüamente, es tirano y somete al otro. No aplazo (es decir, postergo) las cosas que merecen la aprobación social, el aplazo: estar por debajo de la nota, no pasar, ser un burro, un vago, un verdadero boludo. No aplazo lo que aplaza, aplazo lo que no aplaza. El trabajo y el macabro y contingente tejido social que nos enrieda manda, castiga, culpa, es ley y orden: y he llegado a pensar que ese es mi deseo, mi ley, apartando estupidamente necesidades básicas, humanas, repugnantes y encantadoras: desde el amor, la charla, pasando por la poesía, la calma de uno mismo sin culpa, hasta la masturbación "gutural, bien gutural" de Girondo.

        ¿Seguiré soñando con ese objeto que está inmovil y no alcanzo? ¿Con esos trenes que se van mientras yo espero, hasta que alguien se arroja abajo, desesperado y resignado, pues también su muerte se aplaza y él se levanta?

        Postergar recuerdos para no sufrirlos, postergar encuentros para no sufrir... ¿cuándo me cansaré de soñar siempre cosas que se van corriendo, esquivando, siempre ahi pero intocables, como jugar a la mancha con mi sombra? Creo que tocarla me mataría de miedo, ese miedo que tengo ahora, invertido, por no poder dejar de aplazarme: castigandome las fallas y a la vez suprimiendo los deseos, mientras dos tiempos juegan a la guerra de almohadas conmigo en medio, durmiendo y despertando.