sábado, febrero 05, 2005

Cangilones

        Mi vida se completa y descompleta. Se llena, inmensa, con personas, cosas, recuerdos. Y se vacía de gente, de momentos, de paciencia. Constantemente es una y la otra. Soy yo uno, o soy otro.

        No puedo recordar cómo era vacio, cuando estoy completo; y viceversa. Pero siempre voy poniendo a contraluz una con la otra, y llego a concluir que soy las dos, como una figura de la Gestalt, según como la mire. Pero hoy siento que hay un tercer motivo, una gran forma que abarca a aquellas dos que hasta hoy creí ser. Una sensación de completarme y descompletarme que oscila vorazmente, luego deteniéndose, reposando de quietud, de hastío, para luego irrumpir como una llama, para sentir al mundo pequeño y querer tenerlo todo y a todos hasta que ese fracaso me hunda nuevamente en un desaliento indecible, como una piedra arrojada al cielo, que cae más velozmente. Hoy entendí que más allá de estar completo o descompleto, soy incompleto: nunca, teniendo una, la otra o las dos, llego a tener ninguna.

        Y voy, como los cangilones del poema de los campos de Machado, girando, a veces vacío de agua, otras llenándome de la que reposa en la fuente. Pero siempre soy la misma agua, escasa y cambiante, que hago circular por esta rueda. Si tan sólo alguna vez pudiera sentir que estoy completo mientras me descompleto... ¡Qué día ese en que me sienta el Rey del Mundo, engañandome! Ahora, ahora mismo y ayer y mañana, sé que me descompleto mientras me completo y que tendré que vivir volviendo a mi como a la fuente pobre, incompleto y escurridizo como el agua.