domingo, mayo 15, 2005

Ponerme triste tan de siempre

        Y uno comienza a escuchar el bajo, el sonido de las guitarras viejas rasgadas como quien espera un momento entero y largo; y las viejitas que caminan abrigadas nos dan una lástima insoportable y nos recuerdan a nuestra abuela. Las baldosas desesperan mientras las esquinas prometen las caras más tristes, las que más deseamos; y entre las personas están la novia y el padre. Y mamá ya no puede trabajar y cocina cosas especiales para nosotros solos, con harina en las manos. Todos los amigos, todos a darme un abrazo. ¿Pero dónde estas, mujer, que te necesito? ¿Por qué me pone triste ese perro sucio y feo?
        La noche me alimenta este ponerme triste tan de siempre, tan estupido. Ella quizás esté pensando en mí, porque me quiere. Pero yo la quise, solamente, pasadamente. Todo está triste, todo es absurdo. Y me late el pecho y no quiero verte, no quiero verme, no quiero saber porque me pasa el tiempo pesadamente, disfrutando en este dolor de pelo mi tristeza. Esa canción es muy triste y yo la escucho nueve veces seguidas, para darme cuerda como un loco que camina las calles sin un sentido. Ojalá al menos estuviese loco y no fuera éste, este que soy, tan torpe, común y nostalgico a proposito.