sábado, marzo 26, 2005

Mi vida en la de Oliverio

        "Lo cotidiano podrá ser una manifestación modesta de lo absurdo, pero aunque Dios -reencarnado en algún sacamuelas- nos obligara a localizar todas nuestras esperanzas en los escarbadientes, la vida no dejaría de ser, por eso, una verdadera maravilla."
        Oliverio Girondo

domingo, marzo 20, 2005

Osos*

        Tocó la noche de desvelos, ese momento único en que a uno le toca juzgarse, ser creativo o emborracharse. Y acá estoy a medianoche de sábado, juzgándome.
        Es penoso confirmar que ni siquiera soy cobarde: porque al menos al cagón le falta algo, llámese coraje, pelotas, lo que sea, para hacer lo que no puede, para ser alguien que no es, para conseguir eso que no tiene; pero lo mueve por dentro la fuerza de un deseo que él mismo o su otro yo controla y reprime.
        En cambio yo hoy, como alter ego, soy igual al otro yo que lleva los dedos y oprime el teclado. No somos ni siquiera cobardes, ni siquiera miedosos. Somos dos que son uno y no son nada: son un hombre desvelado que mira una pantalla mientras afuera los cagones sueñan mujeres que suspiran con sus piernas deseosas y tibias, y piensan libros que jamás escribirán y derriban paredes y construyen puentes, y duermen como osos.

* Para ser escrito y leído escuchando qué otra cosa que Pink Floyd.

domingo, marzo 06, 2005

Esperanzado y terrible, sufriendo.

        Extraño a la mujer que todavía no tuve. Esto creo que se llama Haiku ¿no, Anouk? O Reiki, o como sea, porque de cualquier manera no me interesa saber su nombre, ni entender su significado. Detrás de todos los designios y los indicadores, se esconde la violencia que reprime el sentimiento. Y el sentimiento, nos guste o no, no tiene término ni sentido, ni principio ni fin, más que las marcas cortantes que él mismo deja al aparecer y al irse.

        Y sí: la extraño, porque se hace de todas las mujeres que tuve y con nada de ellas y con nada de las que no quiero tener. Pero ella sobre todo es yo con ella, es yo conmigo mismo más adelante, feliz, inalcanzable, siempre corriéndonse en la nostalgia del futuro. Y la extraño, siempre lléndose, como la felicidad, que, parafraseando a El Escribidor, es siempre un recuerdo de algo que no pasó. Un Haiku, pero que no es escritura, sino un trazo en el pecho, en la noche y en el inexplicable sentimiento de soledad al despertar.

        No hay nada más terrible que esta esperanza, porque no hay nada más terrible que ella. Sin embargo, asumo la carga de esa esperanza, esperanzado y terrible, sufriendo, extrañando a la mujer que todavía no tuve y ya amo, en un pasado lleno de tardes en la cama que no ocurren y de amaneceres que se postergan porque ella debe irse para encontrarse conmigo que todavía no conoce y ya nos amamos y extrañamos y lastimamos y recordamos y soñamos...