miércoles, noviembre 30, 2005

Terror a la pereza

        Estar tirado, vaso de gaseosa, sanguche de jamón y queso, televisión: imagen actual de pereza.
        Diferencias de elementos aparte (galletas y musica, sillón), pocos de mis conocidos no han compartido esta escena, la han anhelado, recordado con nostalgia mientras controlan remitos en la hora número seis de trabajo corrido o repiten por vigésima octava vez consecutiva la frase célebre que salvará un exámen. Yo, pude darme cuenta hoy, le tengo un terror indescriptible. Me paraliza el pensamiento, me bloquea algebras de libros leídos por año que se enfrentan a mujeres peleándose por el tiempo a ocupar; la idea de eterna pereza me hace respirar entrecortado, casi con pánico (alguien sabrá de esa sensación espantosa de asfixia); me tuerce la cara y parece que intentara muy lejos con esta míopia o como si tuviera un dolor imposible de oído.
        Soy perezoso y me vienen ganas de llorar, antes que de hacer cosas. No puedo escribir, me aterro al imaginarme en medio de una biblioteca, tan sólo abriendo un casillerito (supongamos que vaya desde Am-Ar) y sabiendo que esas simples fichas poseen más de lo que jamás voy a leer en toda mi vida. Y la música, y las ciudades y las rutas y mi papá, y yo mismo. Quizás también sea una inquietud que la quietud no calma, un deseo de movimiento, un tirar desde una punta como si tuviera dentro un ovillo de vida, no sé.
        Es ridículo, esto sí lo sé: el miedo a la pereza esconde el de la muerte. ¿Y qué es el miedo a la muerte, sino la falta de tiempo? Imagino una ironía borgeana sobre la inmortalidad, y la idea de un ser-yo esencial que configura mi alma perezosa se vuelve vapor: si fuera inmortal, entonces estaría recostado infinitamente.
        En el acaso de la nada quizás me aguarden los sillones y el aire del éter se exhale de compañías...

martes, noviembre 22, 2005

Abrazos de vacío (fragmentos, con título im-propio)

(...)

Inutil recordar.
Inutil recordar porque no te acuerdas en/con el cuerpo.
Acordarte de tus dedos y tu palpitar
en todas partes
cuando ataste su cordón -ella te lo pidió-;
en la imagen de tu vil mirada acordar la mirada de mamá,
la trascendencia de la intrascendente sobremesa,
la genética de tus manos iguales a las de tu hermano,
pintarrajeadas con tempera;
abordar (eso sí que es estúpido)
tu memoria en el instante imborrable
en que hablabas al oído desde el asiento de atrás
o encontrabas en las nubes las caras y las cosas
que querías encontrar cuando fueras grande,
entretanto las líneas blancas borraban sus bordes
y el cielo bordaba su horizonte a la llanura infinita
(todavía soñabas con encontrar allí un tesoro
del que cuentan los libros)


(...)

Y quien dijera que pese a todo
solo seremos, ahora lo veo, dos hombres más.
De quién son la culpa y la ignorancia,
eso sí, jamás lo sabremos
ni tu, ni yo ni nadie, siquiera él:
moriras conociendo, tristemente, más de Sartre
que de tu propio padre.

miércoles, noviembre 16, 2005

O como quieran

        En la facultad, explicando un tema que no importa sobre gramática del latín, dieron los siguientes ejemplos, rematados con un "o como quieran, es lo mismo":

El hombre que edificó la casa se cayó del techo.
El hombre que se cayó del techo edificó la casa.


        Tampoco interesa pensar sobre el docente porque no quiero discutir al argumentador sino al argumento, pero... ¿es lo mismo? Y ya no hablo de semántica o de sintaxis, ni de psicolingüistica, ni nada de eso. ¿Puede ser lo mismo, da igual que el hombre que edificó la casa se haya caido del techo, a que el hombre que se cayó del techo haya edificado la casa?
        De ninguna manera: la segunda proposición, mucho más sabrosa, retoma el papelón, los comentarios, las bromas, el golpe en sí -casi como si lo estuviera imaginando entre las carcajadas de los vecinos y el auxilio de la mujer-, además de que incorpora el aprendizaje de haberse caído antes de poder edificar una casa. Con estas dos miradas, la segunda oración se degusta más y mejor: no es la historia de los ganadores, del señalado como "el que edificó la casa", sino del "que se ha caído-nos hemos reidos de él-el de él-y luego está por hacer".
        La segunda, quieralo la docente o no, la sintaxis o no, es mi historia aun por edificar, mientras me toco el traste y ustedes se rien de mí y conmigo.

P.D.: puede, a riesgo conocido, que la ironía no me deje y todos me valoren por esa primera caída de tujes que me señala. Habrá que vivir con eso o señalar a otros, en especial a los recién caídos, se entiende...

domingo, noviembre 06, 2005

El robo perfecto

        - Hola, ¿como estás?
        - Bien...
-dijo, con sabor a delito- muy bien.