viernes, julio 29, 2005

        Necesito esta cita de un libro que le presté a Kai y que ella puso en su blog (http://relox.blogspot.com). Gracias a ambas.

"¿Quién no se mira en el espejo cuando ha llorado convulsivamente y el dolor lo devora? Quizá no haya imagen nuestra más inolvidable para cada uno de nosotros que ésa percibida, buscada, en las horas de desasosiego inconsolable. El pelo llovido, en la cara roja, hinchada, bañada en llanto y los ojos ahogados en lágrimas que aún se amontonan en nuestras cuencas. Son lindos ojos claros perdidos en un charco de lágrimas, cobran la misma luminosidad del mar cuando el cielo está celeste."

        ("Los pasajeros del jardín", Silvina Bullrich)

jueves, julio 28, 2005

Insomne y lúcido,
acaso alucinando, triste y solo,
vuelto hacia atrás
veo el camino.
Soy yo mil veces
acostado en mil camas,
envuelto en noche y de detalles y de hoy
muriendo, como dormido.
Y el último es un niño
con el torso desnudo
que soy yo,
de calles y de coches inocente y vivo
durmiendo, como morido,
y que despierto
y que me miro
y no lo reconozco.

lunes, julio 25, 2005

Tantas preguntas, Bob...

How many roads must a man walk down
before you call him a man?
Yes, 'n' how many seas must a white dove sail
before she sleeps in the sand?
Yes, 'n' how many times must the cannon balls fly
before they're forever banned?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
the answer is blowin' in the wind.

How many years can a mountain exist
before it's washed to the sea?
Yes, 'n' how many years can some people exist
before they're allowed to be free?
Yes, 'n' how many times can a man turn his head,
Pretending he just doesn't see?
the answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.

How many times must a man look up
before he can see the sky?
Yes, 'n' how many ears must one man have
before he can hear people cry?
Yes, 'n' how many deaths will it take till he knows
that too many people have died?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
the answer is blowin' in the wind.

Blowing in the wind
, Bob Dylan

domingo, julio 24, 2005

Aplazos

        Resulta muy triste estar siempre aplazando. Descubrir así de golpe, como un despertador, que uno posterga los deseos, los placeres, las nostalgias. Cosas que fueron y que parece que volverán, siempre alejándose; mujeres que como en un sueño se acercan y no podemos tocarlas, quietas y alejándose. Decir te quiero se aplaza buscando el momento; llorar se aplaza vaya a saber uno por qué orgullo o pertenencia. Quedarse escribiendo toda la noche se deja para mañana, hablar con tu mamá o tu papá se aleja. ¡Cuántas artimañas de mí mismo tejo, infinitamente!
        Sin embargo hay muchas cosas que no aplazo, mientras postergo todas aquellas: estudiar, rendir, ir a bailar, buscar trabajo. En todas esas ocasiones y casos está el otro significado de esta palabrita, y que, ambigüamente, es tirano y somete al otro. No aplazo (es decir, postergo) las cosas que merecen la aprobación social, el aplazo: estar por debajo de la nota, no pasar, ser un burro, un vago, un verdadero boludo. No aplazo lo que aplaza, aplazo lo que no aplaza. El trabajo y el macabro y contingente tejido social que nos enrieda manda, castiga, culpa, es ley y orden: y he llegado a pensar que ese es mi deseo, mi ley, apartando estupidamente necesidades básicas, humanas, repugnantes y encantadoras: desde el amor, la charla, pasando por la poesía, la calma de uno mismo sin culpa, hasta la masturbación "gutural, bien gutural" de Girondo.

        ¿Seguiré soñando con ese objeto que está inmovil y no alcanzo? ¿Con esos trenes que se van mientras yo espero, hasta que alguien se arroja abajo, desesperado y resignado, pues también su muerte se aplaza y él se levanta?

        Postergar recuerdos para no sufrirlos, postergar encuentros para no sufrir... ¿cuándo me cansaré de soñar siempre cosas que se van corriendo, esquivando, siempre ahi pero intocables, como jugar a la mancha con mi sombra? Creo que tocarla me mataría de miedo, ese miedo que tengo ahora, invertido, por no poder dejar de aplazarme: castigandome las fallas y a la vez suprimiendo los deseos, mientras dos tiempos juegan a la guerra de almohadas conmigo en medio, durmiendo y despertando.

jueves, julio 21, 2005

Existencia y contrabando (II): pérdida de intimidad y desconfianza.

        Es necesaria una confesión: en mi existencia ya no existe la intimidad; la olvidé, quizás me olvidó ella, no importa; pero Olvido en el sentido menos poético y sentimental de esa trabajada palabra: el de la pérdida total, sin remordimientos, como quién olvida una calle, el personaje de un libro o una lección de geografía. Olvido sin culpa, sin responsabilidad. El olvido sin memoria que se practica como quién besa en cada fiesta, como quien va de compras o entrega una moneda, irremediablemente caritativo.

        Pero para mí todo esta pérdida es un verdadero destierro de mí mismo. Me voy de mi gente, me voy lejos hacia mi; y me voy de mi hacia ninguna gente. ¡Cuán inhumano perder la intimidad!. Es que uno solo no tiene intimidad, sino soledad. Y yo, este hombre, jamás podria concebir la vida solo, salvo cuando leo, duermo o me enojo, pues la soledad con mayusculas -casi tan grande y ornamentada como la de Olvido- no debe buscarse en los rincones de la vida y la miseria, sino en las acciones más sencillas. La tierra de la cama, los besos, la charla y caminar de la mano, discutir, celar; charlar con los amigos cercanamente, abrazar, toda esa tierra montañosa e imperfecta está lejana, quitada, arrebatada.
        Uno está solo desconfiando de sí mismo y de los demás cuando desconoce la intimidad, de la que no queda más que el hueco raro e inexplicable de un recuerdo mitad sexual, mitad amoroso; donde se aparecen lugares algo inventados y otro poco reales; pensamientos, escenas, ideas macabras contra uno mismo que se mezclan con culpa y deseo, confusamente. La existencia de uno se quiebra y se divide, volviendose irreal alguna de ambas partes, peleandose antes de dormir mientras uno asiste a ese combate interior como si no estuviera alli.

        Se esconden en esa pérdida de intimidad, al menos en la mía, dos sucesos terribles y crueles: la perdida de confianza (des-confianza) y el contrabando de los sentimientos, parientes un fenómeno del otro. Ahora no creo mucho en mi capacidad de intimar, porque uno no se sabe capaz de algo que no conoce. Entonces nos replegamos, como un perro al que le dan un murrazo por robar un pedazo de carne, nos vamos haciendo chiquitos adentro de nosotros mismos, y haciendo bollitos de papel nuestra propia existencia (perdón Kairel, por robarte la frase; y asimismo gracias) la vamos arrojando tímidamente, como un escolar miedoso de ser atrapado. Arrugados, pequeños y escondidos ¿qué dirán esos papeles de nosotros?
        Y nuestra futura intimidad, de la cual depende nuestra existencia, se carga pesada de culpa y, desconfiados de nosotros, primero, y de los demás, después, necesitamos contrabandearnos: pasar nosotros mismos como mercancía ilegal, tramposo, doble. Necesitamos comerciar bajo otras leyes, en las cuales no somos nosotros sino el producto que ellas permiten, pues ya hace tiempo que no somos la persona que existe sino la que está. Es que (oh, humanos) necesitamos intimidad, necesitamos recuperar, como podamos, esa sensación que nos devuelva hacia los otros y hacia nosotros.

        Jamás hubiera pensado, hasta hoy, que mi existencia dependiera en este grado de mi intimidad. Y la falta de ella (o no-existencia, directamente), me tienen acá escribiendo: íntimo de mi doble, del contrabandista. No quiero que sea este espacio mi intimidad; no quiero ser yo-aquí, sino yo-aquél-obligadoaser-mercancía que busca en los recuerdos algo que sabe que puede tener, en algun divino comercio. Quiero unir ese doblez del que hablé antes, quiero desovillar esos bollitos que fui tirando, escudandome en aquél.

P.D.: para los que empiezan a leer el texto de atrás hacia adelante (sólo porque está en bastardilla) les pido que no me digan, como Mafalda, que "no todo es mercancía", ya que justamente ese es el punto doloroso.

domingo, julio 17, 2005

Wishes...

        Wish You Were Here

So, so you think you can tell Heaven from Hell,
blue skies from pain.
Can you tell a green field from a cold steel rail? A smile from a veil?
Do you think you can tell?

And did they get you trade your heroes for ghosts?
Hot ashes for trees? Hot air for a cool breeze?
Cold comfort for change? And did you exchange
a walk on part in the war for a lead role in a cage?

How I wish, how I wish you were here.
We're just two lost souls swimming in a fish bowl,
year after year,
running over the same old ground. What have we found?
The same old fears,
wish you were here.


        Pink Floyd .

viernes, julio 15, 2005

Doble y uno.

        La gente se junta sale, bebe, se mata de risa, baila. Yo soy la gente: y yo no me junto conmigo, no salgo, ni bebo, no me mato de risa, ni bailo. ¿Donde está el desdoblamiento? Aunque yo sea la gente, la gente no es yo.
        En ese doblez, en esa marca mal hecha, en ese igual que sale para los dos lados (como un espejo menos macabro) aparentemente en forma idéntica está el mayor desamparo de todos los hombres que sienten las relaciones con los demás, atravezadas por la contingencia de esta sociedad.
        Y ahora recuerdo cuando de chico doblaba en muchas partes una hoja y recortaba en ella mi figura de hombre... y salían muchas personas, juntas, tomadas de la mano.

martes, julio 05, 2005

Existencia y contrabando (I).

        Es indudable el por qué de mi existencia. Soy un contrabandista. ¿De qué, desde cuando? No voy a recurrir a demoras narrativas para contestarlas: no sé con exactitud el momento en que me di cuenta de que estoy pasando como contrabando mi mejor mercancía, pero sí que ese instante coincide con mis primeras necesidad escriturarias (pues no sólo son literarias).
        En Mallea descubrí esto que hoy digo (y cito) y que me justifica a mí y a muchas de mis amistades, que no podemos asir ni siquiera por los bordes esta cultura capitalista de las relaciones interpersonales. Nuestras mejores mercancías no quieren entrar en esta lógica, y entonces salen de contrabando por los poros, por las lágrimas, por los mates y otras excusas. Quien quiera poner objeciones dialécticas sobre el medio en que escribo, desde ya tiene razón; pero la tristeza y otras inquietudes humanas como ésta necesitan saltar de inmediato en cualquiera de sus formas, bajo cualquier soporte y espacio.
        Tal vez tenga razon Marcusse, y que una nueva sensibilidad sea lo único capaz de modificar las relaciones de producción, y así el arte ya no sería opuesto al trabajo sino parte de él; y la manera de relacionarse con los otros ya no sería como valor de cambio, sino rompiendo la equivalencia y que cada uno valga por los demás y por algo que es él mismo en sí.
        Ahi se detiene mi inteligencia, por limites propios y por el propio sentimiento, atado a estas contradicciones de no poder ser "Roger" cuando dicen "Guido" (sí, por primera vez me nombro) y de estar detrás de este blanco sobre negro, de estas palabras que no puedo dar a leer pensando que pueden mirarme a la cara y reirse de mí, de mi inutilidad, de mis deseos (que son los de todos los hombres).
        Mientras tanto, como Roger, existo contrabandeando; soy el opuesto de aquél otro que comercia por afuera. Y lo peor es que, como dice Mallea, está obligado a que yo exista, obligado por todos los demás y por él mismo, a pasar sus mejores mercancías como contrabando; es decir, a través mío.