miércoles, enero 14, 2004

Enrique y el rescoldo de espuma

        Le sirvieron la cerveza en un vaso esbelto que apretó contra la mesa, anunciaron sus manos flaquísimas. Cotejo el traqueteo de burbujas, miro la barra por a través del vaso color oro. Se irguió un poco y levantó la copa, brindando consigo. Se lo dedicó a Roberto, pronunciando apenas su nombre, aunque con una donosura de protocolo real. Enrique no pudo contener su risa de tos seca al presenciar la solemne referencia a Roberto y el posterior empinamiento de la birra; además, le pareció injusta la mirada de reprobación que le dirigió el barman, quien reitero a su oído -con cierta gravedad- el edicto moral de no reírse jamás de un borracho, al menos no en aquel bar de solitarios que olvidan los martes en los fondos de las copas antes de regresar a casa, donde los esperan la soledad o, peor aún, un aborregado cónyugue.
        La segunda le fue dada por cortesía -nos contó Enrique días después, mientras comíamos- y también fue aferrada con avidez y posteriormente vaciada con holgura. Se quedó mirando el culo del vaso ya vacío, como si la espuma fuese la borra del café, como si el fondo ocultase los ojos de Roberto, algún secreto. "Cuánta mierda", pensó Enrique, culposo, y le invitó otra copa, también bebida raudamente, bitácora de morriña.
        -Venga conmigo, por favor... -balbuceó Enrique solidario y luego, ante la sorda negativa, insistió con firmeza- venga, le digo, vamos hasta mi casa, es en el centro, estoy con el coche.
        Saludaron al barman, que frotaba en círculo un trapo contra la barra, y se marcharon. No se dijeron, lógicamente, ni mu durante el trayecto, apenas si los nombres y alguna seña particular. Él, no obstante, se adjudicó unos minutos para diagnosticar la vestimenta de su acompañante, quien de a ratos sacaba la cabeza por la ventana, para allanar camino al vómito o tan sólo para sentir sobre su rostro el aire a contramano, fresco. Una auténtica pieza de la rutina, fue el catálogo final de Enrique, antes de doblar en Esmeralda.
        A la mañana siguiente, Enrique se sentía amplio, satisfecho, generoso y repasó línea a línea la noche anterior, una madrugada ahora asequible sólo en vagas imágenes del recuerdo, en palabras, anécdota olímpica para la cena de los jueves por la noche. Revivió su llegada al bar, los vasos transparentes entre esos dedos filosos, la proclama a Roberto, la mirada severa del barman, su señorío, el último gran sorbo que le dio a la copa vacía, el viaje hasta allí, la esquina de Corrientes y Esmeralda donde pararon a comprar cigarrillos. Archivó con cierta exactitud (se fue dando cuenta mientras recordaba) algún gesto, esos ojos huraños; rememoraba y sonreía, en su perecedera gloria matutina.
        Se miró el ombligo y la punta de los pies, anfitriones éstos de un rectángulo finito de luz. No le escandalizaba, dormida la fruición, que se haya marchado sin anuncios, cuando el sol asomó por Madero, apretando el dinero entre sus manos flaquísimas todavía con un rescoldo de espuma, ni que haya estado, plañidera, evocando a Roberto hasta el mismo momento en que él levantaba el tubo del teléfono para anunciar que ya podían traerle el desayuno.

El palíndromo de hoy

adán, eva sus ojos usa: ve nada

El futuro vendrá del oeste

con el camino solícito
ante la rauda calma
corre la sangre tras su sangre
como el río hace del agua
y soy el huésped mas inicuo
de mis voluntades

siento muy dentro mío
un estallido abrirse paso
y no hay olvido ni encanto
que pueda contra el escarnio
de ser único testigo
en cada juicio que abro

las noches que degarro
no han logrado ni una estrella
pétreas lágrimas
de cientos de pasados
y cada minuto
que gano al desconsuelo
la pierdo ante el desamparo

apunto mis quimeras tan anónimo
para que de ellas
haga el viento del este
mientras el tiempo y su tic tac
hacen usura
y conjuran los pavores como mimos
destiñendo el rostro con las huestes
indisolubles del recuerdo

no obstante vaticino
el futuro vendrá del oeste
de manos de una mujer
que veré llegar por mi ventana
con la nariz contra el vidrio
pese al obice empaño
de la espera madrugada

Prestado

        Contextualizo lo siguiente donde quiero:

    ...Pero, en general, la mayoría de los animales disfrutaba estas celebraciones... Porque gracias a las canciones, las marchas, los datos de Squealer, el trueno del rifle, el canto del gallo y la bandera flameante, podían olvidar que sus estómagos estaban vacíos, por lo menos, durante un rato.

George Orwell, Rebelión en la granja.

lunes, enero 12, 2004

El palíndromo de hoy (by Kyo)

ana lleva al oso la avellana


domingo, enero 11, 2004

Soñé tres sueños anoche

        Soñé tres sueños anoche. En realidad sólo uno de ellos fue en sueño, los otros fueron un deja vú o un recuerdo y un pensamiento dentro de otro.
        En el primero, quizás el último en ser soñado, yo estaba en algún lugar -esas locaciones vaporosas de los sueños- tratando de escribir una poesía acerca de algo que no me acuerdo, aunque creo que no pensaba siquiera sobre el tema, estaba implícito. Lo que sí sé es que intentaba una lira y tenía problemas para encajar versos de once; los de siete se escribían solos. Y pensaba y buscaba ayuda en canciones de Sabina, en poemas de Conrado Nalé Roxo que la noche anterior había leído por azar antes de acostarme, incluso mi memoria visual me traía la imagen de un panfleto que uso como borrador de viaje y donde anoto palabras para mí desconocidas y algunas estrofas incipientes y sueltas. Y cada vez que pensaba una palabra de dos, tres o cuatro sílabas, cualquiera de ellas, todas, podían ser modificadas por otra que incluyera la b larga, la b larga no sé por qué. No hacía yo (en el sueño) un ejercicio intencional para encontrar aquel reemplazo asombroso donde cualquier palabra era otra con diligencia y simpleza, siempre con una b larga: codo, cobo; colado por bolado; canal en cabal; acordar, abordar; y creo que acusado con abusado también. Recuerdo además que sustituía palabras mucho más complejas y con facilidad, tarea que ahora entorpece continuar el relato sin demorarme y que, por otra parte, confecciono en una hoja repleta de sustantivos, verbos y tachones de letras que se agrupan o desordenan según mi ánimo.
        La figura de la b larga, el símbolo en imprenta minúscula, sobrevolaba todo el cuadro, paseándose por el techo sin color -que podría ser incluso piso o paredes debido a lo vago del escenario- en una cantidad finita de veces pero que era imposible contar sin que al mirar un puñado de ellas no supiera yo otras palabras donde usarlas (profeta, probeta; lacrar, labrar). El número, no obstante, se ubicaba entre cuarenta y doscientos, puedo estimar.
        Bien corto es el relato del segundo donde alguien intentaba entrar al baño mientras yo hacía lo mío de parado y mantenía la puerta trabada con el talón de pie. Lo único que puedo agregar es que lo traje a la vida cuando me sucedió algo parecido en un baño público. La extraña sensación que ahora tengo es que mezclo partes de la realidad con la del sueño y no sé bien en cual de los dos momentos sucedió todo como lo cuento o si en los dos o en ninguno. Estoy ensayando paralelamente sobre la diferencia sustancial entre sueño y recuerdo y es que aquél no lo podemos dominar. Sobre (típicos) tipos de sueños prefiero leer antes que escribir y soñar antes que recordar.
        Tengo el último en veremos porque viene con ínfulas de querer convertirse en cuento por sí solito. Siempre hay ideas egocéntricas y siempre son propias y malas. Si lo narro no es por otro motivo que para descruzarlo de mi cabeza y no crea el sueño que puede quedarse vitalicio como si fuera importante. Así ya tengo un cuento sobre un señor y no envejece porque no lo escribo; dos privilegiados es exageración.
        Entonces creo haber soñado mi pieza y a mí despertándome de un sueño en el que despertaba de un sueño, uno de una avispa dentro de un viejo frasco de galletitas (vidrio grueso, tapa a rosca de plástico) que yo miraba desde afuera aunque me sentía desesperado y acariciado en la espalda por el insecto que luego se convertía en una mariposa espantosa y moría a los pocos segundos quizás porque siempre creí o alguien me informó mal acerca de que las mariposas viven sólo un día (¿o ese fue otro sueño?), y me incorporaba agitado por completo y veía en penumbras el techo de mi cuarto, lleno de hormigas negras que lo teñían de una mayor oscuridad que la de la noche. Cuando prendía la luz, todas desaparecían, pero volvían cuando la apagaba como si fueran hijas de la sombra ("como muchos hombres", pensé tras la primera corrección y lo anoté para un poema). No ejercitaba con el encendido y apagado de la lámpara, que prendía de un amarillo rojizo el cuarto y despues lo atestaba del negro de las hormigas, para no abusar o porque siempre me despierto cuando hay luz. Cuando desperté prendí la lámpara que tengo al lado de la mesita de luz porque me parecía que el techo estaba lleno de hormigas negras, números ochos (tal vez me engañaba el ángulo y eran símbolos de infinito) o muchas b largas, aunque seguro no avispas-mariposas.
        Al fin me levanté, todavía con una lagaña que pedía tiempo, prendí la luz y fui al baño y trabé la puerta con el talón para que no entrara nadie y provocara un fútil bochorno. Sentía la nostalgia de no hacer algo por primera vez y me sabía tramposo porque algo de todo esto ya lo había vivido o todavía lo estaba soñando.

El palíndromo de hoy

        No sé si gustan o no: a mi no me enloquecen mucho que digamos, pero les encuentro el atractivo, como juego del idioma y como práctica de escritura. Igual, estuve medio indeciso en postear el siguiente:

no decide, me dice, don

Prestado

        Al ser preguntado por qué dan limosnas a los pobres y no a los filósofos, respondió: porque piensan que pueden llegar a ser cojos o ciegos, pero nunca a filosofar.
                Diógenes

Año viejo

        Algo feo (como yo) que tenía guardado desde el año pasado, sin métrica, sin rima, sin sentido (como yo).

aclama prosperidad
el cliché de copas en brindis
eleva la alegria de artificio
la moneda malgastada
las burbujas
labran el cristal de la nostalgia
apunta a las doce
el mismo reloj de ayer

reitera sus preces
el ritual del año viejo
con la esperanza consentida
en el engaño nuevo

mientras el tiempo
en el calendario cae a destajo
a coro deseamos
el feliz año
sin específicar si éste
o el que viene
díscolo el mañana
ya es hoy sin anunciantes

viernes, enero 09, 2004

Debe existir algo así como un Dios

        La naturaleza nos aborda mansamente, con un granado, dos piernas y aquel niño que corre; pero a su vez, sin hesitar nos excede y se extiende tan vasta que no damos abasto en comprender su cielo, su ayer y sus únicos irrepetibles, la doble llave del desierto, la ventana del mar, la buhardilla del sentimiento.
        Debe existir, entonces, algo así como un Dios, antropomorfo o con el gusto de la savia, con la mirada del rencor o en la multitud de la noche, con la nariz de las montañas.
        Debe existir, por mucho que resonguemos, para evitar -olvido mediante- que crucemos el puente de algodón de la cordura, ese panadero flotando entre las mil voces de una orquesta, y que lo que tan tibiamente nos aborde no sea la historia, hija pródiga, que vuelve de la memoria llena de nada a desbordarnos.

El palíndromo de hoy

son robos sólo los sobornos

A la vuelta de ti

volvió bohemia a la razón
la comezón prematura
se quedó sin jubilo la alegría
huerfana de suerte la fortuna
el miedo conmovido
entusiasmada la agonía

hace caso la indiferencia
se agobia de recuerdos el despojo
jura la mentira que es verdad
se levanta de su silla la paciencia
están presentes la ausencias
solas las compañías

la noche desconfiando de reojo
al destino que ensaya y deja
en el pasado que no pasa
cenizas de orgullo
erratas de fe

acaricia un guante con barro
al cojín del abismo
se angustia la melancolía
amenaza el perdón
a la necesidad satisfecha
que despeja una
x lasciva

el mañana escribe etcétera
mira hacia adelante el que dirán
las plumas pesan como las penas
pide cartas la cautela
y el silencio de la noche
está a la vuelta de ti

Se acabó la poesía

       Es triste, después de tantos lustros de historia, tantos tercetos, tantos nombres y palabras, tantos versos de once y de siete, tantas rimas blancas. Es así, triste y punto. Pero hay que resignarse, dicen. La Luna, musa inagotable, ya tiene dueño:

11:30 | SERIA ANUNCIADO EN LOS PRÓXIMOS DIAS
Bush estudia establecer una base en la Luna
Sería un paso previo al envío de la primera misión tripulada a Marte. En plena campaña electoral, su Gobierno quiere darle nuevo impulso al desarrollo espacial.

        Alentado por el buen desarrollo de la misión de la NASA a Marte, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anunciará la próxima semana una nueva experiencia espacial que consistirá en establecer una base en la Luna. La idea es que, además de realizar investigaciones en ese satélite, facilite el envío de la primera nave tripulada a Marte.
...
        La iniciativa es una importante medida de seguridad nacional y según los expertos podría conducir a nuevas tecnologías y fuentes potenciales de energía.
...
        La nueva experiencia de la NASA consistiría en establecer una estación espacial con presencia humana permanente en la Luna. Allí se probarían tecnologías que luego podrían servir para una misión a Marte.
...

jueves, enero 08, 2004

El palíndromo de hoy (by S)

        El señor S ( En forma de cubeta de agua ) posteó un palíndromo que particularmente me agrada, quizás por ese toque de soberbia, no lo sé. O porque la intriga aumenta, la necesidad de conocer quién sabe más que eso que sabe Sam...:

Sam, yo sé eso y más

miércoles, enero 07, 2004

El palíndromo de hoy

Oíd, o somos odio

Monos porteros

        ¡Qué lástima me dan algunas personas (y no sólo a mí, así que:¡qué lástima dan algunas personas!)!. En realidad, debería decir cierta gente pero sería un pagaré a gestualizar con los ojos y la moral como una chusma de barrio; también les cabería esa gente aún con el riesgo de sectarizarlos indebidamente. Ojo que nunca dije compasión ¡ah, no! Qué canalla sería de mi lado usar un sustantivo tan cierto, tan fuerte como lo es la pasión para formar un verbo a medida de semejantes innanes. Es que hay verbos, adjetivos, sustantivos, bellóticos -no bellacos- que no nacieron con el destino cruzado y sin embargo posan ambivalentes para el análisis: porque brillante, profundidad, amar, talento, abrazo, poema, pensante, confiar, esfuerzo, puro, reconocer, nunca serían, si en ellos quedase la opción, conejillos de indias de los brutos que los ignoran y que entonces se toman revancha con el desprecio, el olvido o la indiferencia.
        Hay que decir (y por eso lo digo) cúando aparece el problema; o mejor dicho, cúando se agranda. El conflicto no es de ortografia, para algo se inventó el plural además de para hacer famosas a las eses. El encono aparece en el momento preciso en que almas tan pobres y a la vez tan pequeñas se encuentran (¿destino?) y forman un círculo, obviamente minúsculo por más que sean muchos, caracterizado por barreras metafísicas, alambradas inexistenes, pero...a ver quien se atreve; una atmosfera de aire impuro, similar a una mala pisada de buena suerte, que con un poco de esfuerzo hasta puede olerse.
        Considero incorrecto ahora catalogarlos como círculo, si hay un hábitat que contextualiza mejor la metáfora. Y si digo hábitat, no se ofendan perros, aves, peces, no era mi intención confundir su jauría, su bandada, su cardumen, con el consorcio del genterío de soluciones fáciles, amparados de la lluvia de la imbecilidad bajo el toldo de la funcionalidad que moja a tantos intelecutales y buenos hombres, aunque una cosa no sea consecuencia de otra.
        Hay un psicólogo que lo explica, pero voy a informar de oido y sin fuentes: no merece el castigo, pobre tipo, de ser tuteado con esos por haber pecado de servicial con los que tienen espíritu de portero. Bien comentaba el francés (y si no es francés, será europeo, que siempre tiene mas embergadura para el desconfiado de las capacidades en America Latina) que los tristes muchachos que están felices entre ellos tienen un yo importante; yo agrego divino o piloto pues siempre andan por las nubes, disertando sobre fútbol, politica o mediocridad, con una franela en la mano.
        Otro escollo a superar surge cuando los egolatras de las masas enfatizan sus hipótesis lejos de bares o populares y se vuelven doctores, abogados, periodistas: la trampa está en que ahora el mono se vistió de seda y además aprendió a pelar la banana. Entonces no le vengamos con carozos ni minucias ni con amores ni sueños ni penas porque llamarán al bueno de Marx para explicarnos si están caras las naranjas o embarraran a Engels hasta las rodillas con tal de justificar las diferencias sociales y la debida posición de la Iglesia.
        Para terminar, pido perdón, yo, a un torrente de agua del Iguazú -gotas furiosas jugando a ser cortina de precipicio, refrescando con su saliva a la vegetación que suda-, al atardecer de la costa de Buenos Aires -collage pintado en rojo, color esfumado con goma, viento dibujado con fino lápiz azul-; pido perdón, yo, al caminar de una mujer -que es como que venga un tren cargado de hormonas y deseos, atropellando rutinas, pisando rieles de sábanas desechas-; pido perdón, yo, por haber gastado tanta epidermis de metacarpio, tanto neurotrasmisor de la cecera, tanto palpito de bobo innecesario, tanto tiempo útil para ósculos, Cortazar o Diego, en cierta, esa, alguna gente, que, como toda importancia y dejándolos enteramente satisfechos, digo que me dan lástima.

Paréntesis ("basta con un guiño y arrimar el vaso para que suba la espumita", posted by El Escribidor)

Mi amigo/a Srta. Anouk Kaplan escribió esto el otro día:
Estoy Gris. Gris de leerte, de leerla. Gris de escuchar hadas madrinas llorando en mi teléfono. Gris de mails de amor y esperas. Gris de viajes y socios lejanos. Gris de sábados, ese maldito día en que extraño tanto a mi viejo.
Estoy gris de provocarte aburrimiento y esto es todo, no tengo más nada para dar. Es el fin de mis bolsillos.
Estoy gris de todo lo que existe.

E inmediatamente saqué del arcón: Ser

fui melancolia
fui dolor
piedra con aortas
y su sangre espesa

fui cuerpo
fui gozo
vacío
y su inexplicable amargura

fui tuyo
fui mio
esos
y su imagen derramada

fui pasado
fui angustia
otras bocas
y su inocente desprecio

fui reja
fui hierro
cárcel
y su reja cárcel hierro

fui poeta
fui escritor
alguien
y su tristeza

fui perdon
fui culpa
un globo en el pecho
y su pretexto

fui sol
fui nube
calma
y su soledad

fui lágrima
fui llanto
olvido forzado
y su falso recuerdo

fui yo
fui otro
otros
y su vos

fui latido
fui latente
pena de lata
y su oxidada letra

fui rencor
fui espanto
victima
y su victimario

fui miradas
fui calles
error
y su asquerosa memoria

fui noche
fui silencio
cómplice
y su oscuridad

fui
no fui
y no puedo
más que ser


martes, enero 06, 2004

Qué será

y si te vas
qué más da
si es hoy
o mañana

que será de mis sueños
vacíos de la tímida locura
bajo erratas sin dueños
que compren la cordura
de fe sobre la nítida hermosura

que será de ti cuando
de mi no seas desafiando adioses
y otros sólo besando
pasen así las doce
que nuestro reloj dibujaba en poces

que será de mis noches
que la vida esconde entre paréntesis
de lunas en derroche
¿consuelo? una catarsis
con licencias fantoches de dieresis

y de tus abrazos qué
dicen en tantas vidas extraviados
con silencio ad honorem
acariciando olvidos
con la fusta memoria del pasado

que será de mi entonces
si barajando de abajo el desquicio
de la vida       acontece
con fragor subrepticio
que olvido al amor y atesoro el vicio

¿Qué ha cambiado?

        Te arrimo en mi melancolía con pedales al umbral de tus íntimas nostalgias y veo distanciarse, mientras te alejas, a nuestras hipócritas soledades que ensayan en esta despedida el último adiós
        De polvo el corazón cuando proyecto nuestro futuro, reconstruyendo el pasado testigo del porvenir, desilachando la memoria -ese hado de ayer-; contando los poros abiertos del deseo, las heridas infinitas del desencanto, los besos que la rutina desprecia, los abrazos que laten, la obsecuencia de la costumbre.
        Tambien edifico tus proximos presentes, donde no estoy / no estamos, donde estas vos antes de mí, con tu mirada vitral del dolor, entre miserias con cama adentro y tus aflicciones tras un muro o dos.
        Casi en una revancha de celos, me pienso entregado a la primera lujuria de tacones, aunque descarte, en mis libres ratos de frivolidad, ser yo antes de vos. También, prometo no recordar, durante la resurrección del placer efímero (quien dice que no donde fuimos desnudo y uno), no recordar cuando eramos nosotros.
        Y de nuevo en mi sola desolación transitoria, sin Dios siquiera (para misericordia alcanza una cuenta que redima la contrición), entonces me duermo a ciertas, con nuestro mañana incierto, y a tientas entre sueños interrogo a la noche que es techo: ¿qué ha cambiado?.

El palíndromo de hoy

¿Aseo para Hada?, cabal: alaba cada harapo, ésa.

Prestado

        El antisemita es un hombre que tiene miedo no de los judíos, por cierto, sino de sí mismo, de su propia conciencia, de su libertad, de sus instintos, de su responsabilidad, del cambio, del mundo, de todos, menos de los judíos.

Sartre

domingo, enero 04, 2004

El palíndromo de hoy (by Demian)

        Tengo la sensación de que Demian (¿acento prosódico en la e?) ha querido tirarnos en la cara una construcción maravillosa: a mí, con mi liso ame todo tema y sobre todo a Beth, con su acá caca, simple, bello, referencial, escatológico. También el diseño de su página es una cachetada churrasquera en la nuca para los limosneros del blog en cuatro colores. Any way, gracias Demian por facilitarme el robo y pido disculpas de antemano si sólo ha sido tu palindromeo un aporte a la causa, por cierto enriquecedor:

Si tito ya muere de reuma, muere de reuma y otitis

Noche

Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?

¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan í­ntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora

de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra

y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?


Jorge Luis Borges


Decidí a última hora ser apenas un cintillo de Borges: todo su poema El Sueño para poder disfrutar a fondo lo que yo intento decir, con mi balbuceo mental.

        De noche reconocemos las miserias propias, las conjuramos al olvido, las claudicamos (o lo prometemos al menos). Afloran en la noche las reminiscencias, con su rescoldo de vagidos, sus gritos que desgarran los afanes, sus lágrimas debutantes o vitalicias. Es más desolada la soledad por la noche, otro compás tiene la madrugada en compañí­a. No hay más trajes que la luna.
        También, es cierto, existen las noches mentirosas, las noches que son días: se finge, se charla, cada uno es su imagen, su espejo. Intenta verte en un espejo sin la luz de la embustera noche y comprenderías que somos quienes pensamos, sólo eso. Es el espejo un halago o un tormento, pero siempre una mentira, que necesita al día. Es por eso, tal vez, que son las noches de artificio las que perduran en la memori­a matutina. Qué raro gusto cuando amanece, qué vací­o.
        La fruición, los sueños, llegan de noche; el llanto arraigado como el idioma, también de noche; la soledad (sabemos), de noche; el inventario de recuerdos, de noche; es de noche, cuando habla el silencio.
        No podemos explicar la noche y eso la hace eterna, inextricablemente bella. Me dijeron una vez si me había fijado que "nadie sufre insomnio de día"; asentí en aquel momento­ sin pensar, complaciente, aunque de todas formas supe calladito que se equivocaba: es el día mismo, un insomnio. No hablemos de la muerte: mayúsculas de la noche boca arriba, los sueños para siempre, el quiebre en el vitral que labra el día, el final del agobiante insomnio.
        El día, acepto, tiene lo suyo; pero que no nos engañen los economistas del palpitar, los filósofos del bronceado con su esperanza de rutina y su "mañana sale el sol", porque también, para quien sabe ver, de noche, sale la noche, sale la luna, sale la vida, con joyas de estrellas y encaje negro.

A El Sueco Ignacio Mujica Murano, la noche en hueso y carne.

sábado, enero 03, 2004

Comentarios al azar (II)

        Veinte años me llevó descubrir que no era nadie. No está mal: la estadística dice que tengo cerca de sesenta para ser alguien y el resto para olvidarlo.

Presente

...no pueden mirar la luna
sin calcular la distancia.
                Eduardo Galeano


confunden con tormenta la llovinza
los contemporáneos quijotes del remolino
y son los hombres de la razón contradicha
quienes no oyen pedir a la historia
en un clamor suavísimo
        como solcito de invierno
que protejan sus anales y sus años

El palíndromo de hoy

        Sencillo, el primero que hice: el récord creo que lo tiene un argentino y lleva como diez mil. Así que, de ahora en más, es posible que robe algunos.

Ame todo tema


Comentarios al azar (I)

        Afuera, en la puerta de mi casa, hay un taxi estacionado hace tres días. Antes, cuando algo sospechoso pasaba la gente preguntaba a cualquier vecino o, la de mayor ingenio, escribía alguna fábula, un cuento; hoy, paranoica, llama a la policía. Los chicos se inventaban historias fantásticas para pasarse el día jugando con los amigos, especulaciones de niño que se cambiaban por muy pocas cosas que no fueran de chocolate o con rueditas, en esas épocas en que la imaginación no era baladí ni se conducía con joistick.
        Volviendo al Peugeot 505 todo negro salvo el techo amarillo, el de esta esquina: me intriga. Mi mamá no sabe nada; voy a esperar a ver qué hago acerca de ese taxi sopechoso que está afuera, hace 3 días, en la puerta de mi casa. Espero que nadie llame a la policía.

Nobleza (gaucha y) obliga

        La elección de los colores corrió por mi cuenta, pero he recibido, como muchos otros, una mano considerable de La Sra. Asi es que, a su izquierda podrán ver otra vendedora de ilusiones: si el link desaparece en los días siguientes se deberá, claro, a voluntades ajenas. Sepan comprender.

Could I care less...?


viernes, enero 02, 2004

Visado del Olvido

Atado dejó un hilo
a su tobillo,
por si allí en su recuerdo hecho un ovillo,
precavido,
no visaran su olvido.



        Dijo sí y además muchas gracias y contuvo las ganas de gritar la puta madre que los parió ,por vergüenza más que por sentirse culposamente desagradecido, cuando el empleado le selló la visa y le dijo "ciudadano español, entonces... lo esperamos a su regreso". Alzó hasta su hombro la mochila más grande entre las pequeñas que consiguió con promesas de argentino en Gijón y se miró inerte en el pasaporte donde se descubrió con la cara más roja que en Paternal cuando se sacaba fotos, tal vez por causa del frío en aquel día de retratarse en cuatro por cuatro. En Argentina el tiempo le pasaba más rápido, pero, eso sí, en España había envejecido efectivamente dos o tres años y madurado otros pares, si la edad es fértil en la experiencia.

        A mi me había llamado dos días antes de volver y a algunos de los chicos creo que también pero no los encontró y me dijo que cualquier cosa les avisara yo; me olvidé por despistado o por egoísta, pero era una mentira fácil de sostener. Anoté en un papelito que debía llegar cerca de las seis de la mañana; entonces estuve solo en el aeropuerto desde la madrugada, tipo cuatro, hora en que la noche pide ser mas silenciosa.

        A las siete y cuarto lo vi pasar como un muñeco sobre una cinta transportadora y detrás de un vidrio, como a dos pisos o a cinco metros de altura más o menos. Él y los otros pasajeros -¿hizo Fer un gesto pícaro marcandome a la rubia de adelante?- parecían humanos de fábrica, una producción en serie de personas; en tanto nosotros -familiares, amigos y recepcionitas de ocasión-, coleccionistas sedientos, empresarios de la bienvenida desgastados por la espera, irritados por la soledad tumultuosa de los aeropuertos. Pensé, sintiéndome algo tenso y tal vez aburrido, en que estúpidamente estaba incómodo por no ser protagonista de la escena y en que su prima no había venido por lo que sólo yo lo recibiría.

        Tan mal no estuvo que cuarenta minutos después -supuse alguna burocracia de equipaje, de aduana o etiquetación de mercancía humana- lo viera bajar detrás de otros por la escalera mecánica. Mirá vos, casi igual que cuando nos fuimos de vacaciones a San Bernardo, con el color rosado de la piel blanca cuando se expone al primer sol del verano, el pelo mojado con la mano y ojos atentos a oportunidades pero sin extraviarse en mirada codiciosa y un poco más alto o más flaco. Año y medio después, casi igual que antes, que siempre, pero tan distinto: cara de no entender la alegría, de infelicidad o de qué hacía volviendo a donde nunca se fue. En realidad, rostro abigarrado, que no pude distinguir y que esfumé por miedo a que de hecho no fuera el mismo, justo él mismo, Fernando; o a que llanamente no fuera lo mismo porque la distancia cortó el hilo que enredamos en las esquinas con gambetas y derrotas, en los sueños con cerveza, mani y realidad.

        Sonrió e hizo un ademán con sus brazos, como siempre, haciendo bailar el aire, juntando recuerdos en un círculo de gestos. Se abalanzó raudamente hacia mi. Nos abrazamos, él más a mi y a la Argentina. Nos miramos rápido mientras él cercaba los bolsos entre sus piernas por las dudas, otro abrazo, prolongado.

        -¡Qué háces tío! -bromeó, exagerando el acento español como si contara un chiste.
        -¡Estás cambiado, boludo eh!- mentí apenas, alegremente para no delatar mi sospecha. Intuyó, creo, que yo sabía que todavía no era él. Empezamos y nuestra primera coincidencia nos alivió:
        - Al fin, la puta madre que los parió - dijo despacito y me empezó a contar, riéndose, la historia de la mochilita que pidió prestada a un gallego hincha del Sporting y que le devolvería cuando regresara a España.

Mes nueve, que comience

        Es, por supuesto, la corriente, quien me arrastra hasta este blog, este diario íntimo tan público. Por suerte, soy un pez de ciudad pispeando, cerca de la orilla, que no suba la marea y mojándome, timidón como siempre, apenas hasta las pantorrillas.
        De todos modos, acá estoy, aunque reserve algunos castillitos de arena para mi techo y (no hay mas remedio) también para mí.