martes, mayo 31, 2005

... y represión

A los muy pocos que me leen y a los menos que me comparten y sienten conmigo quiero pedirles el enorme esfuerzo de leer este texto infeliz y triste -algún día debo escribir sobre el gran abismo entre ambas palabras- como la continuación del anterior, es decir, que lean ambos; originalmente así estaban pensados, porque así viven en mí. Una decisión de economía de lectura pudo lo que mi cabeza y mi corazón, dispares y enrulados, acaso jamás podrán.

        No puedo precisar si parte de la angustia se debe al no poder decirla. Primero porque nada puedo decir realmente sobre ella, sobre su colchón confuso de hechos, vacíos y nostalgias; y segundo porque muchas veces al hablarla, la acreciento, mediante esos pedales imaginarios -a los que ya aludí en el texo anterior- por los cuales ella avanza a velocidad de bicicleta por sobre la normal del hombre, o sea la mía.
        Lo que sí sé es que la represión es una de las formas de ese engaño que es la angustia: separadas, maquinando juntas, empleada una, patrona la otra, no me importa. Sólo quiero que sepan que si hablo de la represión, hablo de la angustia y viceversa. Por eso mi pedido primero de lectura conjunta.

        ¿Debo callar? ¿Necesito callar? No puedo responder a eso desde el momento en que no quiero callar. Mi deseo febril como camiones que avanzan en el verano repletos de cemento y pedazos de baldosas, que cruzan avenidas colmados de peso y polvo, esa necesidad violenta que le responde a la represión interna -tal vez guíada por la angustia, a veces aconsejada por otros ¡pobres habitantes!- es exactamente eso, aunque parezca tautológico y estúpido: es una necesidad y una respuesta. Es posible que ambas sean las únicas salidas humanas que podamos vislumbrar en medio de la angustia, ante la represión de pensar en el otro (material de aquella ya tan nombrada), sentimiento tan humano. Y es que la angustia, ya lo dije, sea tal vez el único sentimiento demasiado humano.

        Reprimirse es para uno y para el otro. Es caridad. Pero es falso; y para quienes lo representado -los hombres que representan ser otro- es un síntoma de falsedad y por lo tanto de inhumanismo (incluso de inhumanidad) se ha tornado imposible ser solidarios a costa de nuestra propia herida. El angustiado es egoista como su angustia; el reprimido es represor de, ante todo, un sentimiento; de una forma de vida, después; es represor de un reprimido por cuenta propia, por último.
        Ya no me cabe duda entonces de que este laberinto de la angustia tiene los espejos de la represión en donde no vemos más que al otro, como si fuera una proyección de nuestro propio dolor que ese represor nos causa mostrando las imágenes del otro sufriendo, reprimido por nosotros y represivo con nosotros mismos, desbordados de culpa y de dolor, sinónimamente.
        Es un laberinto, sí, una cadena que forjamos con nuestro silencio pero que barnizamos con el dulce color de la solidaridad.

        No voy a callar mi angustia; voy a ser egoísta, como necesidad, como respuesta, no como martirio. Voy a causarle al mundo (es decir mis amigos, mi familia, mis desamores) el gran problema de enfrentarse conmigo, con mi angustia: voy a poner a todos, sin callarme, frente a ellos mismos. Y de antemano les digo perdón y de nada, por todo el dolor -a los que quieran y puedan sentirlo- y por toda la indescriptible grandeza que nos confiere el habernos levantado del cemento desecho de las estatuas, de los escombros de todos los camiones que transitan la ciudad desbocados. Indescriptible grandeza de las cosas pequeñas de la vida, como mi angustia y la suya.

lunes, mayo 30, 2005

Angustia...

        Es ineledubible la angustia, salvo que se tenga una disposición de ánimo pequeña que nos permita o bien ignorarla o bien superarla con alegrías mediocres que apenas despeinan la superficie felpuda de esos humores mediocres, en los cuales dudo que la angustia sea germinación auténtica, sufrida y dolida.
        De todas maneras, la preocupación acerca de lo angustioso no corresponde ahora en mí al origen, a las causas, sino más bien a sus consecuencias; o, para ser más directo: no me importa de dónde viene sino a dónde va. ¿Tendré alguna otra vez esa angustia que me desbordó completamente y que domó todos mis despertares como si ya mis pasos no fueran jamás a ser los de antes ni los de después, sino más que para ser continuo pesar, infelicidad y pesadumbre? ¿Esa ansiedad de nada que lastima los pulmones, achina la cara y durante la cual ya no fui yo y nadie me conoció, viendome perderme en la tristeza y buscando aire sofocado?

        ¿A dónde voy con esta angustia? ¿A qué final, a qué comienzo? Puedo inferir algunas razones para guiar así el develamiento del porvenir de este sufrimiento inexplicable y hondo: dos o tres mujeres y la falta de ellas, sus faltas, su falta; el vacío de ser sólo un hombre, uno solo; la estupidez de sentirse estúpido a cada rato y otras vanidades mediatas o metafísicas.
        Esta angustia -como los críticos- se alimenta de todos mis pensamientos, se da cuerda y se recrea constantemente en argumentos justos y en inexistentes; toma prestado elementos inútiles de mi pobre existencia cotidiana y mis deducciones imbéciles acerca de ella y los modela, los adhiere a su indecible forma, a su destino oculto y doloroso que viene a implosionarme.

        Más que nunca por lo tanto es la finalidad lo que me ocupa y me preocupa de esta angustia que va mordiendo mi material de vida, mis amistades, mis lecturas, mis fantasías y mis fracasos, que las va componiendo sombríamente en un objeto acabado y duradero, incluso eterno y que se me presenta, con modificaciones según mi humor o el clima, ineludible y fatal. Es, reafirmo, sobre todo ahora que me duele tanto y que me excede como las obras de arte que no termino de comprender.
        Mi angustia es sin duda una obra de arte, estatuaria y abstracta de mí mismo, que me derrumbo.

sábado, mayo 28, 2005

De mi boca en boca de Mallea

        "La creciente angustia metafísica se mezclaba en mi ánimo al espanto y la execración hacia los hombres impuros, hacia los falsificadores. Noche y día temblaba por aquella angustia; noche y día odiaba por esta execración. La impureza de ciertas naturalezas -más que otra sistemática injusticia social- me pareció siempre ser el más grande veneno en el pequeño vaso esférico que a todos nos contiene y limita. En tal impureza está toda injusticia, pues no es tal impureza otra cosa que la tesaurización* del sentimiento en frío beneficio individual, con la consiguiente negativa al que llama a la puerta o vive transido a la interperie. Y esto es todo en la tierra: amor o desamor." (Mis negritas)

        Eduardo Mallea, Historia de una pasión argentina.

* Tesaurización: de la economía keynesiana, sumas conservadas en estado líquido; improductivas, y aun nefastas al no contribuir para el empleo.

miércoles, mayo 25, 2005

Ricardo Güiraldes, marxista

        " Sabía que si en gran parte se resiste por tener hecho el cuerpo a la fatiga, más se resiste por tener hecha la voluntad a no ceder. Primero el cuerpo sufre, después se azonza y va, como sin tomar parte, adonde uno lo lleva. Después, las ideas se enturbian; no se sabe si se llegará pronto o no se llegará nunca. Más tarde, las ideas, tanto como los hechos, se van mezclando en una irrealidad que desfila burdamente por delante de una atención mediocre. A lo último, no queda capacidad vital sino para atender a lo que uno se propone sin desmayo: seguir siempre. Y se vive nada más que por eso y para eso, porque todo ha desaparecido en el hombre fuera de su propósito inquebrable. Y al fin se vence siempre (al menos así me había sucedido) cuando ya a uno la misma victoria le es indiferente. Y el cuerpo cae en el descanso, porque la voluntad se separa de él."

        Ricardo Güiraldes, Don Segundo Sombra , c.XXIV.

martes, mayo 24, 2005

a y b sobre una situación de inteligencia práctica

        La joven se acerco a mí, que tenía a mi perro de la correa y lo esperaba en su misteriosa búsqueda, y me preguntó dónde paraba el (colectivo) 110. Repregunté hacia dónde y ella contestó que a Palermo. Señalé la parada y me agradeció y se fue. Entonces, medité, aún a la espera y tal vez caminando ya:

        - Entre toda la gente de la plaza, ella se dirigió a mi. a) ¿Casualidad? No; b) ¿Atracción? Descartado. Me preguntó donde quedaba la parada, justamente a mi, porque yo estaba paseando a un perro, es decir, que era imposible que no fuera de ese lugar. Porque si yo no era de ese lugar, las única posibilidades negativas serían que:
        - a) fuera algun familiar del dueño del perro en cuyo caso el perro era muy buenito y se dejaba tratar por las visitas; o b) caminé muchisimas cuadras, a través de avenidas y barrios, quedando a la deriva en esa plaza.
        - Pero viendo que b) no era posible ya que mi perro estaba sufiencientemente enérgico como para venir arrastrandonos a ambos, también a) quedaba descartada porque la fuerza acumulada era más poderosa que la que marcaría el carácter de buen huésped del can.

        Entonces sin duda yo era de acá para ella, ya no de allí, porque ella buscaba alguien de acá, que es más proximo que allí. Pero ¿cómo saber que sabía?. Y acá las reflexiones se me van de las manos porque: a) no soy un tipo práctico, sino que más son las veces que reflexiono que las que actúo guiado por el azar maravilloso de los que saben caminar la calle o de los que escriben; y b) es posible que toda esa inteligencia que le confiero a esa chica sea un puro invento y no tenga nada interesante que postear.
        Pero si a) es cierta (y aquí el juicio o el trabajo ya es de ustedes) entonces b) queda anulada. ¿Por qué?

lunes, mayo 16, 2005

Confusiones

        Las manos frías son de Guido. El poema va a Anouk Kaplan...

Mi corazón
¿es tu corazón?
¿Quién me refleja pensamientos?
¿Quién me presta
esta pasión
sin raíces?
¿Por qué cambia mi traje
de colores?
¡Todo es encrucijada!
¿Por qué ves en el cielo
tanta estrella?
¿Hermano, eres tú
o soy yo?
¿Y estas manos tan frías
son de aquél?
Me veo por los ocasos
y un hormiguero de gentes
anda por mi corazón.


        Confusión, de Federico García Lorca.

domingo, mayo 15, 2005

Ponerme triste tan de siempre

        Y uno comienza a escuchar el bajo, el sonido de las guitarras viejas rasgadas como quien espera un momento entero y largo; y las viejitas que caminan abrigadas nos dan una lástima insoportable y nos recuerdan a nuestra abuela. Las baldosas desesperan mientras las esquinas prometen las caras más tristes, las que más deseamos; y entre las personas están la novia y el padre. Y mamá ya no puede trabajar y cocina cosas especiales para nosotros solos, con harina en las manos. Todos los amigos, todos a darme un abrazo. ¿Pero dónde estas, mujer, que te necesito? ¿Por qué me pone triste ese perro sucio y feo?
        La noche me alimenta este ponerme triste tan de siempre, tan estupido. Ella quizás esté pensando en mí, porque me quiere. Pero yo la quise, solamente, pasadamente. Todo está triste, todo es absurdo. Y me late el pecho y no quiero verte, no quiero verme, no quiero saber porque me pasa el tiempo pesadamente, disfrutando en este dolor de pelo mi tristeza. Esa canción es muy triste y yo la escucho nueve veces seguidas, para darme cuerda como un loco que camina las calles sin un sentido. Ojalá al menos estuviese loco y no fuera éste, este que soy, tan torpe, común y nostalgico a proposito.

lunes, mayo 09, 2005

El juego del amor

Open up your mind and let me step inside,
rest your weary head and let your heart decide.

It's so easy when you know the rules.
It's so easy,
all you have to do is fall in love.
Play the game; everybody play the game
of love.

When your feeling down and your resistance is low,
light another cigarette and let yourself go.
This is your life - don't play hard to get.
It's a free world,
all you have to do is fall in love.
Play the game; everybody play the game of love.

My game of love has just begun:
love runs from my head down to my toes,
my love is pumping trough my veins,
driving me insane.

Play the game;
Everybody play the game of love

This is your life, don't play hard to get.
It's a free world,
all you have to do is fall in love.

Play the game of love.


        Play the game, Queen.

jueves, mayo 05, 2005

Vueltas

        Volver solo en auto me pone indeciblemente triste. Incluso cuando vengo de dejar a una mujer en su casa, de estar bien, de no ser yo por un momento, la vuelta en solitario se me hunde imposiblemente en el pecho.
        ¿Qué (me)pasa en esos instantes? ¿Por qué el viaje en colectivo me produce el mismo vacío? ¿Qué tiene el movimiento de mi cuerpo sin moverse, que me remueve las entrañas y me dan ganas de llorar?
        Y juro que no hay metafísica ni falso romanticismo: de donde vuelva (la ida nunca es tan triste ni nostálgica), vuelvo irremediablemente triste. Quizás estoy continuamente volviendo de ningún lugar y nunca quedándome... no sé.